El futuro llegó hace rato, primero como tragedia y después como comedia (dice la frase clásica creo). Una estimada operadora mediática se suma a la prensa de un proyecto, que cae
por la propia inercia de la interfaz algorítmica llamada Inteligencia Artificial, por un lado por la necesidad obvia de SER FELIZ... si es que eso fuera algo vital, y por otro que la salud mental sea fácil, rápida y a bajo costo.
El debate sobre la pertinencia o precisión es vacuo, insulso e insípido y es notoria la falta de palabras interesantes, certeras y autocríticas de
colegas sobre la posible competencia de la IA con los agentes de salud mental, porque cunden hacia lugares obvios, remanidos e innecesarios para
argumentar lo que termina siendo una posición laboral inalienable hacia la producción psicológica
de un sujeto sometido a las mieles de los portadores de medios de
producción.
No se peinen porque no salen en la foto. La psicología académica y la informal tienen su propio público, práctica y negocio, como para andar quejándose del curro ajeno. Cualquiera con un poco de criterio puede elucubrar que un predictivo de texto leído por un generador de voces automático, preseteado de respuestas motivacionales las 24 horas los 365 días del año, es más que seductor tanto para el ansiógeno empedernido, como también para cualquier empresario que quiere productividad sometiendo sueños, cambio de clase o creatividad en las vidas de sus asalariados.
Cux, o como sea que puedan llamar la próxima oferta de, "Sos infeliz
porque no tenés esta app", que vamos a ver a montones en esta internes de esfuerzos tecnológicos al pedo. No por
esto, específicamente, estamos peor que antes de la invención del trueque ¿Si es que esa tecnología no fue el comienzo del actual final.
Muchos colegas quizás pierdan su trabajo por dar en sus tratamientos lo
mismo que la inteligencia artificial puede... pura sanata inpracticable. Hagan
de su práctica una desproducción de la subjetividad, porque la app se
los va a llevar puestos.