Ahondaremos en la polémica que sólo a mí me interesa... la fina línea entre el arte y la ciencia, y más precisamente en la que los convoco a sumar ideas al debate inexistente entre el cine y la psicología.
Bien sabemos que la normalidad no va a vender entradas, y es necesario que haya un conflicto humano para que sea jugosa una historia, y cuando se trata de lo que pasa por el sistema nervioso hablamos de neurología, pero si hablamos de personalidad sí hacemos eco de la psicología.
La imagen distintiva del artículo no es al azar, ya que en una oportunidad, o varias, Freud fue convocado por productores para intentar plasmar ideas del psicoanálisis en fílmico, con una respuesta completamente negativa por parte del mismo, y fusionando la estética diré que años más tarde Dalí si hizo a pedido de Hitchcock el desarrollo onírico de un sueños en su película... (¿Cuáles? Busquen)
Cuando los grandes pensadores de la teoría psicológica desarrollaron su visión a lo largo de su carrera, en ningún momento se paran a pensar que consecuencia tendría su trabajo al decantar en la cultura y la sociedad (del entretenimiento). Es así que vemos un sin fin de intensiones de plasmar algo, y la mayoría de las veces huele a la percepción de paciente, que no siempre son placenteras y objetivas. Estas expresiones intentan conectar la teoría con la práctica de una manera accesible al medio y para el interesado promedio no especializado y también al especializado (como este blog).
El cine para llenar salas tiende hacia lo popular, estereotipos y prejuicios sin miramientos ni rigor ético, con la consecuencia obvia de perder la oportunidad de contar algo sin premisas previas de destino. Esta preponderancia de hacer rentable el arte, si bien el cine se ha ocupado más de ser un espectáculo para muchos que de desarrollarse como arte para pocos, no lo hace incriticable.
Esta hegemonía de ocupación de las salas se traduce también en su discurso, impidiendo que distintas voces se plasmen, ni siquiera las locales alcanzan el standard que el ojo de hoy en día tiene por la acaparación que somos testigos de las temáticas y conflictos.
Esto choca con la iniciativa de búsqueda que emprende cada quien con hacer algo con lo suyo, en terapia... porque si hay algo que es único, es el dolor. Mi angustia mi proceso. El empaquetamiento estereotipado de las herramientas que se divulgan en la elaboración de los conflicto por la homogeneización del público, parece encaminar a querer solucionar todo con la misma ídem... porque no hay nada más particular que la pena (lo repetí, si...).
Bien sabemos que la normalidad no va a vender entradas, y es necesario que haya un conflicto humano para que sea jugosa una historia, y cuando se trata de lo que pasa por el sistema nervioso hablamos de neurología, pero si hablamos de personalidad sí hacemos eco de la psicología.
La imagen distintiva del artículo no es al azar, ya que en una oportunidad, o varias, Freud fue convocado por productores para intentar plasmar ideas del psicoanálisis en fílmico, con una respuesta completamente negativa por parte del mismo, y fusionando la estética diré que años más tarde Dalí si hizo a pedido de Hitchcock el desarrollo onírico de un sueños en su película... (¿Cuáles? Busquen)
Cuando los grandes pensadores de la teoría psicológica desarrollaron su visión a lo largo de su carrera, en ningún momento se paran a pensar que consecuencia tendría su trabajo al decantar en la cultura y la sociedad (del entretenimiento). Es así que vemos un sin fin de intensiones de plasmar algo, y la mayoría de las veces huele a la percepción de paciente, que no siempre son placenteras y objetivas. Estas expresiones intentan conectar la teoría con la práctica de una manera accesible al medio y para el interesado promedio no especializado y también al especializado (como este blog).
El cine para llenar salas tiende hacia lo popular, estereotipos y prejuicios sin miramientos ni rigor ético, con la consecuencia obvia de perder la oportunidad de contar algo sin premisas previas de destino. Esta preponderancia de hacer rentable el arte, si bien el cine se ha ocupado más de ser un espectáculo para muchos que de desarrollarse como arte para pocos, no lo hace incriticable.
Esta hegemonía de ocupación de las salas se traduce también en su discurso, impidiendo que distintas voces se plasmen, ni siquiera las locales alcanzan el standard que el ojo de hoy en día tiene por la acaparación que somos testigos de las temáticas y conflictos.
Esto choca con la iniciativa de búsqueda que emprende cada quien con hacer algo con lo suyo, en terapia... porque si hay algo que es único, es el dolor. Mi angustia mi proceso. El empaquetamiento estereotipado de las herramientas que se divulgan en la elaboración de los conflicto por la homogeneización del público, parece encaminar a querer solucionar todo con la misma ídem... porque no hay nada más particular que la pena (lo repetí, si...).
Me voy a seguir peleando con el cine, cuando me miente y me estafa como espectador y lo voy a seguir amando cuando me enseña. Voy a seguir peleándome con la psicología cuando nos equivocamos los profesionales en la práctica y voy a seguir amando trabajar en equipo cuando sale adelante un paciente que nos pide ayuda.