El televidente de series si bien es el mismo sujeto que mira película, al momento mirar o hablar de series tiene una talante particular, y merece hacerle una elaboración diagnostico-culturo-político-económico sobre su singularidad en el plano serial que sería serio si ser bromista con esto fuera cosa seria.
Primer aseveración, es un fan bursátil. El serieólogo se precia de tener un buen criterio para la inversión de su tiempo y cotiza en bolsa, aunque como buen apostador no reconozca los despilfarros o pérdidas. Su frase de cabecera es... "Time is money", es decir, "El tiempo es un maní" porque pochoclo es para las películas.
Segundo don, fan paraempático. El espectador medio de la TV asume un compromiso férreo con la continuidad de las series que abona comenzar, y desarrolla un vínculo ambiguo con la misma, ya que en la intimidad del tránsito con está se verá imbuido por el dolor de haber elegido mal, pero socialmente quiere recomendarla para someter a sus pares al mismo escarnio, pudiente así compartir su dolor que de otra manera quedará impune, acéfalo y solitario como un virus que no contagia.
Esta decisión cosmológica trae consecuencias individuales y sociales, porque se verá obligado a mirar todos y cada uno de los episodios hasta que termine la tortura o quizá tenga reducción de condena si se interrumpe la transmisión por temas propios de la producción. Porque es sabido que si un serie tiene gente secuestrada a los espectadores, intentará mantener esa condición a cualquier precio, el artístico se sabe que es el que cae al segundo capítulo.
Tercer punto, fan papa. El problema social, además de intentar evangelizar con la serie en la diestra y dios en la siniestra, el televidente pierde contacto con la sociabilidad al ser visto diciendo las loas y vanaglorias sobre su ficción elegida, que pone de manifiesto lo atrapado que se encuentra sin saberlo, como si se tratara de un zombi que solo puede decir cosas sobre la serie a la que le depositó dólares y recibirá patacones.
Cuarto hito, fan multi. Es sabido que los tiempos de visión, tensión y atención en las series son confortables, predecibles y lavados, entonces el televidente habilidoso utiliza esto para revisar redes sociales en los tiempos exactos, sin perderse de ningún detalle importante, que suelen ser 2 o 3 minutos de los 40 de duración del episodio. Es así que la sensación aprovechamiento del tiempo va más allá del tiempo dedicado a observar la pantalla de la ficción... Muchas series han creado memes, unido parejas y sacado del desempleo a mucha gente.
Quinto y último, ver sin saber. La naturaleza inabarcable de la oferta de entretenimiento impide una discriminación entre lo importante y lo evitable, así es como el telefan va a evitar sistemáticamente acercarse a gente que este hablando de una serie que no vio, aún cuando esta halla sido cancelada hace 20 años... cantaron bingo en el fondo.
La pobreza del espectador en su comportamiento sólo es comparable con la paupérrima oferta de la manera de contar y lo cuentan los responsables de los productos audiovisuales de distribución que se pueden encontrar en los monopolios multinacionales de exposición hegemónica. El creador es tan despreciables como el televidente, la esperanza es nula y lo mejor que tenemos es que alguna vez se dignen a explorar la historia del arte para que las formas de exposición de ficciones tengan un progreso.