Continuando con este empréstito de recorrer los estilos de tramas discursivas del entretenimiento audiovisual masivo, nos adentraremos en el espectro cardiológico sin ser especialista en el amor o del corazón. Cuando las emociones y la capacidad de conectar con el cercano entran en juego, veremos más adoctrinamiento que otra cosa.
Las formas y las maneras parecen asociarse indiscriminadamente, cuando se trata de mostrar como son las relaciones entre seres hablantes. La cosmovisión del responsable de las historias pocas veces se presenta como mero observador/escriba y muchas como dictante/evangélico, con la notoria deferencia que se da cuando cuenta eligen una manera contar algo o si se aventuran en distribuir soluciones empaquetadas.
¿Pero qué es lo que se instala como doctrina masivamente con el aparato publicitario dominante cuando la proyección accede a la distribución a través de los canales de exposición monopólica privilegiada de supremacía blanca acomodada por el mérito de "estar" por encima de los que se dedicaron sólo a su formación y capacidad técnica con creación?
Está la heterosexualidad, el capacitismo y la raza sin metáforas ni vacilaciones.
Capaz después de esta naturaleza pesada incuestionada puede aparecer la diversidad en forma de rareza con alguien estéticamente fuera de ese standard, otras etnias, cuerpos con operatorias particulares o cuestionadores "rebeldes" del sistema desde la perspectiva de cualquiera de los ribetes aceptables de lo político, económico o social; que con el correr de las escenas sucumbirán al poder del amor... "el amor heterosexual".
Apuntar a la tranquilidad del que se identifica física y etariamente es pisarle la cabeza a quienes ese molde no los bendijo, y del que sí tuvo esa suerte que alegría y gozo le cabe en ese "ser", si todo enmascara la opresión simbólica e imaginaria en la realidad de los que buscan que el arte les de una experiencia y se ven diezmados en su tiempo de vida hacia la muerte cuando aparecen los títulos finales.