Esto ya fue anunciado en el podcast anterior más próximo y casi que ya canso con el temita de una minoría matando otra minoría, pero aquí vamos de nuevo. La existencia de este mote es puro mérito de la creencia literaria y la necesidad de los rubricadores de acertar con una título llamativo que capte humanos que no quieran morirse.
Se sostienen en el tiempo las expresiones artísticas audiovisuales culturales de distribución masiva que muestran una torturada experiencia de vida sometida por su imposibilidad de elaborar tamaña ídem, invitando al espectador a ser atravesado por la misma, y a su vez no ver otra posibilidad que un empuje a acción de someter violentamente lo que por imagen sería la representación traumática circulante más cercana.
Esto desde cualquier punto vista es un disparate atroz, la idea que la ficción no es realidad y de que el trauma infantil hace que la gente se mate. La ficción no mata y el asesino no repite en el trauma ni es la proyección de un suicidio. Esta idea romántica que el matar surge de la historización de la experiencia que hace la relectura del sometimiento que lenguaje hace sobre nosotros, habla mal de los que se creen sanos escribiendo sobre locos; el desencadante es actual y vívido.
La existencia de los asesinos seriales sería interesante que fuera acertada, para que por fin algo de la fantasía se confirme alguna vez, si fuera un fenómeno estudiable desde los distintos dispositivos de acción social entre la salud mental y hasta los organismos de control, se podrías bajar la cantidad de decesos entre pares. Ojalá hubiera una caracterización objetiva que las distinga sirva de prevención, pero sólo tenemos una nominalidad, norma y estigmatización del loco o la víctima según convenga; la mejor manera de matar es cambiar siempre el modus operandi y no repetir, que sería lo que trae él síntoma de estar preso.
Esconder un vicio es más difícil que ser adicto.
Es así que tenemos gente que mata y busca ser llamado coronado medíaticamente, que con la cárcel solucionan sus problemas habitacionales y de responsabilidades civiles en el contexto social que impone modelos y presiones tributarias que hasta los más formados les cuesta sostener.
El asesino serial es la necesidad del tabloide de abarcar una cantidad de muertes que no serían noticias individualmente y el partido cinematográfico de la industria del prejuicio y la estereotipia estigmatizante de la diferencia y el diferente, se ocupa de insistir para que tome entidad; así es aprendemos a cuidarnos cuando salimos a la calles, pero nadie no enseña como cuidarnos de las personas que comparte el techo que habitamos.
Matar es inexplicable, cuando no se quiere explicar que es una consecuencia de una formación sistemática de educación social o comunitaria del mal común, porque el bien... (tensa calma y suspiro)... etc.
Se sostienen en el tiempo las expresiones artísticas audiovisuales culturales de distribución masiva que muestran una torturada experiencia de vida sometida por su imposibilidad de elaborar tamaña ídem, invitando al espectador a ser atravesado por la misma, y a su vez no ver otra posibilidad que un empuje a acción de someter violentamente lo que por imagen sería la representación traumática circulante más cercana.
Esto desde cualquier punto vista es un disparate atroz, la idea que la ficción no es realidad y de que el trauma infantil hace que la gente se mate. La ficción no mata y el asesino no repite en el trauma ni es la proyección de un suicidio. Esta idea romántica que el matar surge de la historización de la experiencia que hace la relectura del sometimiento que lenguaje hace sobre nosotros, habla mal de los que se creen sanos escribiendo sobre locos; el desencadante es actual y vívido.
La existencia de los asesinos seriales sería interesante que fuera acertada, para que por fin algo de la fantasía se confirme alguna vez, si fuera un fenómeno estudiable desde los distintos dispositivos de acción social entre la salud mental y hasta los organismos de control, se podrías bajar la cantidad de decesos entre pares. Ojalá hubiera una caracterización objetiva que las distinga sirva de prevención, pero sólo tenemos una nominalidad, norma y estigmatización del loco o la víctima según convenga; la mejor manera de matar es cambiar siempre el modus operandi y no repetir, que sería lo que trae él síntoma de estar preso.
Esconder un vicio es más difícil que ser adicto.
Es así que tenemos gente que mata y busca ser llamado coronado medíaticamente, que con la cárcel solucionan sus problemas habitacionales y de responsabilidades civiles en el contexto social que impone modelos y presiones tributarias que hasta los más formados les cuesta sostener.
El asesino serial es la necesidad del tabloide de abarcar una cantidad de muertes que no serían noticias individualmente y el partido cinematográfico de la industria del prejuicio y la estereotipia estigmatizante de la diferencia y el diferente, se ocupa de insistir para que tome entidad; así es aprendemos a cuidarnos cuando salimos a la calles, pero nadie no enseña como cuidarnos de las personas que comparte el techo que habitamos.
Matar es inexplicable, cuando no se quiere explicar que es una consecuencia de una formación sistemática de educación social o comunitaria del mal común, porque el bien... (tensa calma y suspiro)... etc.