El sueño por un lado como recurso narrativos salva a los guionistas de dar soluciones comprometidas y serias, a modo de salvavidas de plomo que ya no genera sorpresa y sí mucho hastío y frustración.
La aparición de los sueños en las expresiones artísticas culturales de distribución masiva a través de pantallas, en su forma clásica ofrecen información personal y datos vitales que tendrán que se tenidos en cuenta sobre el personaje protagonista. La misma estafa al espectador que es sometido por su ojo ingenuo a la irrealidad e irreglabilidad de un espació sin sustento ni materialidad donde se tejen dimensiones divinas e inexactas. Para la cual muestran una falta total de transición de realidades, por el simple hecho de entretener y mentir a la vez.
Por último quería mencionar el peor uso que se le da al sueño en en las películas, que es cuando surge la idea lisérgica porque claramente está mal visto que se haga apología de las drogas generadoras de maremágnums calidoscópicos infrahumanos, que ven los usuarios de estas sustancias que cuando las quieren guionar el aparato de mercadotecnia pone el grito en el cielo.
Lo que vemos en los sueños de los portadores de la trama cuando se busca en el más allá de la mente... como hubiera una, no es otra cosa que la falta de recursos de transmisión de los realizadores, ningún sueño mortal llega a eso.
Esta idea religiosa de la profundidad de la conciencia como si fuera el humano una cebolla con capas, es muy romántica e ingenua que busca generar un universo donde hay nada. Este intraverso que apuestan en el sueño como lo inexplorado y lugar donde la realización de los deseos más profundos son posibles, es muy parecido al cielo y la meca que prometen los pai de cada cátedra... digo catedral.