Por primera vez en este espacio entrego alguna idea sobre un documental argentino. -¿Y Por qué? Porque pintó. Haciendo una breve aproximación de la pieza en cuestión, se trata sobre la adulación narcisista del ser hablante necesitado de ser hablado y hablar de algo.
-Pero, el documental se trata de gente que se regala premios entre sí, en ceremonias cuasi familiares de cubierto pagado por el premiado... Aham
Es innegable la necesidad de ser reconocido...
Es innegable la necesidad de ser...
Es innegable la necesidad de ser...
Es innegable la necesidad...
Es innegable...
Es una de las costumbres más antiguas de esta especie, el reunirse, compartir las conquistas y logros de cada cual es su faena cotidiana de vivir, éstas sirven también para enriquecerse mutuamente con la información vertida entre pares y vislumbrar ciertas jerarquías que se dan por performance o bien por privilegios como consecuencia de la cercanía, el azar o de la investigación que otorgaría un abanico de búsquedas posibles de emprender si se tienen las condiciones.
Los premios o el reconocimiento en esta obra de arte tiene un valor particular. El trofeo que es entregado por los organizadores enfrente de todos los asistentes "por sí mismo" es el que estaría otorgando los emblemas y semblantes autorizantes, y no una institución como es vulgarmente conocido y perseguido académicamente, por un sin fin de creadores que se dedican a estas preciadas circunstancias de manera apremiantes; en ambos, lo que no se negocia es el festín bacanal de sabores en formato sólido y líquido... y show, siempre hay show.
Las instituciones de por sí son un blef arcaico y demagogo de lo que pudo haber sido, alguna vez y allá a lo lejos, una buena idea que recodificada para que entre en los dominios de la lógica de poder reinante termina siendo un artilugio anti-emancipador, es decir, la sordidez cruenta se enigmátiza cuando se copia una fachada de una nada que tapa otro vacío de una lucidez perdida entre los que hicieron algo nuevo.
Porque lo único verdadero es lo nuevo.