Desde tiempos inmemoriales la gente se ríe de algo/alguien, pero lo más notorio es el derrame de los recuerdos o invenciones sobre situaciones que decantan hacia una instancia superior para crear el chiste, cuando algo es gracioso es porque cuestiona una instancia de poder.
Ese mismo poder es quien dice cuales pueden ser los elementos que pueden o no contener la humorada que causará risa, la habilitación del humor como descarga popular en determinados ámbitos es consecuencia de la organización institucional que soporta esa realización con la connivencia del bien común, que de bien no tiene de mucho.
Es por las luchas ganadas en las calles que han ganado ser oídos para las demandas y denuncias de situaciones de perjuicio que su sector materializa, se empezó con chistes catárticos cargados de una orientación desautorizante de lo instalado hegemónico. Un chiste no hace una revolución, pero si reclama un derecho.
¿Vos me estás diciendo que no hay humor de millonarios?
Primero habría que conseguir algún millonario que se reconozca como tal y de comprobar que lo es, ver si tiene humor o si alguna vez se rió de algo que no fuera algún tipo de opresión que él detectase desde su burbuja. La aburribilidad de este sector es altamente posible, por la incapacidad de poder descontextualizar o desplazar un sentido que está colmado y toda creación es posible en ausencia o falta de algo.
Pero qué pasa con el humor de quienes quieren parodiar y reírse de lo que supuestamente esta incorporado como lucha ganada. Este es un problema. Las instituciones que colman ese, o algún, término como elucidado lo deshabilita como instancia de apropiación por parte todos. Porque la palabra remite a la cosa indiscriminadamente, por el hecho de hacerse ley... ¿les suena?
Peor es cuando no se logra la reapropiación sin cita, es lo que se dice humor desorientado temporo-espacialmente, o cuando el algoritmo de las redes sociales no entiende de idiosincrasias y lo peor de todo es cuando no se habilita la parodia por una herida abierta, como es el caso de los holocaustos y delitos de lesa humanidad.
Porque no existe espacio seguro, lenguaje purificado sin residuos traumáticos.
Sin opresión no habría risas ni llantos, reapropiemos la palabras mientras podamos.