Serie: The Sopranos
Actriz: Lorraine Bracco
Cerrando ésta icónica serie, cae en la volteada la peor agente de salud mental que podría haber sido inmortalizada, en las ficciones de distribución masiva de entretenimiento colonial en la historia de las artes audiovisuales. Para justificar esta sentencia diré lo siguiente... "Le dio culpa hacer bien su trabajo".
Esta coprotagonista acepta un caso como cualquier otro que al correr de los episodios descubre tímidamente, el lugar en la sociedad que ocupa su paciente y como lo ejecuta eficientemente su trabajo. Al descubrirlo no interrumpe su práctica clínica a pesar de que linda con el delito pero como es bien sabido, nunca le prueban algún crimen penal o administrativo, ni lo ajustician hasta donde llega la trama.
Cuando el protagonista se encuentra amenazado (de vida) por la competencia, se filtra esta relación terapéutica y se le presenta a la profesional de la salud, la obligación vital de esconderse para poder evitar una suerte necrológica, pero esto no interrumpe su práctica clínica a pesar de que linda con el delito y la vida propia.
Surgen varias interrupciones o cortes en el tratamiento, lo cual es normal por los vericuetos de la relación médico-paciente y en un ellos el jefe mafioso apela a sus dotes amatorios para seducirla, o bien, encámarsela de una manera abusiva/violenta, e incluso frente esto no interrumpe su práctica clínica a pesar de que linda con lo antiético y el delito.
En otro momento de la historia emerge un intento de divorcio entre su paciente y la esposa, donde recibe a ambos en su consultorio y hasta realiza una serie de entrevistas con la mujer de forma individual, a pesar de estar en conocimiento de los métodos de sometimiento, dominio, extorsión y asesinato que practica cotidianamente para ganarse el pan de cada día el muchacho en cuestión, no interrumpe su práctica clínica a pesar de que linda con el delito y lo antiético.
Faltando pocos capítulos para el final de la serie la profesional es violentada en público por su colega supervisor del italiano, que la coerciona a confesar intimidades del caso en frente a colegas en una reunión donde la someten a un juicio moral jocosamente, pero frente esto no interrumpe su práctica clínica a pesar de lindar con lo antiético.
En la misma reunión le comentan sobre un informe de investigación sobre
sociópatas y psicópatas, por sus características serían pacientes dedicados si el tratamiento le potenciara su accionar personal con las intervenciones terapéuticas. Cayendo de esta manera en complicidad indirecta, por favorecer emprendimientos de su paciente diezmador de sectores débiles; y en este paso sí interrumpe su práctica clínica por una herida moral culpogena narcisista por respetar su función social como agente de salud mental.
Así es como este planteo terapéutico exitoso chorrea de la herencia psiquiatricanalítica del "yo", de lo más rancia y sin sustento ni eficacia fuera de la sugestión psicofarmacológica de la violencia diagnóstica, que abunda en sentido e individualismo del ideal millonario coleccionista obsceno de muertos y tetas.