jueves, enero 17, 2019

Dr. Jekyll & Sr. Hyde (1931)

Dr. Jekyll and Mr. Hyde (IMDB) "¿Que hace esa pastillita?"

  El germen fantasioso de la bipolaridad como tema de salud mental en la cartera literaria o bolsillo literario, tiene su origen en expresiones artísticas de antaño como esta (¿Vos decís que el arte condiciona a la ciencia?), donde se ve un sujeto apuesto, responsable, de buena posición económica y proyección de vida deseable para cualquier mortal en cuanto al trabajo, el amor y posición social. Se encuentra movilizado por su propia ansiedad, de ver materializadas sus metas.
  Su trabajo de investigación lo lleva a experimentación sustancias en instancias  abominables a pesar de sus consecuencias. El amor al cual intenta consumar, y poder dar rienda suelta a sus instintos más bajos que parecen ser sopesados por la familia de su prometida, que espera la consumación del matrimonio para entregarse al fragor de los cuerpo candentes y sudados de pasión (¿Vos decís que no se banca la espera?).
  Hasta acá todo bien... pero...

  Lo que tiene que ver con el consumo de cualquier elemento, no tiene otro fin que el de bajar el estado de anhelo no materializado; pero que sería criticable de este planteo que a todas luces tiene asidero y lógica consensuada.
  El cine a vivido equivocado y equivocando al espectador, lo más probable es que la medicación fuese una aspirineta, pero con el nivel de stress que manejaba el protagonista y la ausencia de herramientas acordes para enfrentar su problemática el escape a parecer un degenerado era para no explotar (¿Vos decís que los abusadores no lo sería si hubieran hecho terapia?).
  Cualquier elemento de estimulación es una buena excusa para poner en acción pensamientos que en otros contextos sería desaprobados, tanto sea mandarse un buen garche, como poder evitar lo pacato de la vestimenta y la higiene... y aún feo el protagonista no deja de mostrarse como de buena posición económica, siendo que lo ayuda para hacerse de la atención de las señoritas de moral más tierna.
  Es a partir ser feo y sucio que puede cuestionar el sistema y en este caso también encuentra satisfacción en el cuerpo, cuando su futuro prometedor se encuentra obstaculizado por el victorianismo cultural de los usos y costumbres impuestos, en vez de ser un cuestionador de los límites revolucionario a través de una medicación milagrosa facilitaría la desinhibición de las emociones naturales, se cae en la estética instalada y costumbres culturales conservadores. Está el detalle que asesina a un par en el camino, pero no deja de ser una solución viciada para que no lo sea al fin y al cabo... (¿Vos decís que el sistema impugna a los que quieren cambiar algo?).
  En esta oportunidad la medicación-droga viene a levantar la barreras inhibitorias y a desalinearlo en el mismo acto, como ensayo de estar en línea con su deseo; que a los fines terapéuticos sería milagroso y brindaría una calidad de vida superlativa a quienes pugnan por su salud mental integral, no solamente la ausencia de enfermedad.
  El arte y la ciencia busca conocimiento y en su afán puede pecar, como en este caso que deslizan la idea de que hay que drogarse para divertirse y decir verdades, en entornos que gozan con el pacatismo y digoyhagoloqueloesperanquedigaismo. La construcción social de lo correcto y lo consensuado siempre esconde lo subjetivo y particular que puede traer el deseo y la propia voz.